Intervencionismo el estado ausente

2022-10-15 02:46:32 By : Mr. Jimmy Zhang

En la derecha española empieza a consolidarse un cierto negacionismo de las funciones lógicas de un gobierno legal y democrático, en una peligrosa deriva que va de lo infantiloide a tonalidades de rabia y desprecio, por lo que quizás y para no parecer unos antisistema cualquiera, deberían replantear estrategias formales aunque solo sea de cara a la galería.

Sin que yo haya votado a la coalición que dirige el país en estos momentos, me congratulan ciertas medidas tomadas para paliar la grave situación social y económica que vivimos, en la medida que recuerdan a valores de una izquierda que algunos echamos en falta y que sin duda buscan con mayor o menor acierto aliviar a los sectores más frágiles de la población. Independientemente de que en estas directrices pueda haber cierto electoralismo o recuperación del voto desencantado, entiendo que esta posición debería ser partícipe de una ideología transversal parlamentaria, pero no...en la nación de la faca verbal toda oportunidad es buena para estocar al adversario, actitud especialmente beligerante y reincidente en la diestra conservadora, que aunque se autodefine como adalid de la patria es más bien una cizaña e inquina permanente hacia la convivencia.

En un lapso corto de perlas afirmativas encontramos al núcleo duro del empresariado de la CEOE, donde el señor Garamendi dice que las acciones propuestas “suena a planificación soviética”, y se queda tan ancho. Como educador siempre me interesa el origen formativo de los interlocutores, volviendo a comprobar que los jesuitas de Deusto hacen bien su trabajo cuando conforman a los futuros líderes del poder económico (el pago privativo de una buena familia siempre da frutos certeros en sus objetivos).

Le sigue en inquietud esa doctrina ayusista, en la que la lideresa del feudo madrileño repite con cierta habilidad autista pero con nulo trasfondo argumentativo y ético, que todo pasa por bajar los impuestos y exaltar al libre mercado. De ahí no se mueve y todo lo demás son directrices comunistas, estalinistas y dictatoriales propias de rojos con cuernos y rabo. Siempre me ha sorprendido la perturbadora mirada de esta mujer y la actitud hierática en sus intervenciones. Mis conocimientos en psicología son comedidos pero diría que hay una frialdad perversa y digna de consulta en cada gesto, palabra y acto que acomete; es cierto que todos los que tenemos un trabajo que nos enfrenta a un público debemos tener estudiadas nuestras cimentaciones y debilidades, pero esa seguridad de rictus amoral y ausencia de empatía se me hace bastante más peligrosa que la pose de palomo henchido del señor Abascal, mucho más básico, corto e ineficaz en su repertorio y propósitos.

En el sector subalterno de toreros de plata y mozos de espada la cosa ya toca fondo con un par de ejemplos de quiero y no puedo: entrevista en TVE1 a Elías Bendodo (coordinador general del PP), con un discurso preparado y monocorde de “el impuesto a la banca y las energéticas es un impuesto ideológico. Sánchez se ha podemizado”...ante la pregunta de qué opina que su equivalente de partido y presidenta de la Comisión Europea (Ursula von der Leyen), vaya a impulsar en Europa medidas similares...traga una rueda de molino que no le pasa la nuez, tambalea la pose y el tono y vuelve a tirar del consejo que le daría el asesor de turno...repite y reitera, no hace falta contestar. Sin que llegue a enfriarse el pastel anterior, preguntas a Cuca Gamarra que “celebra” la tasa europea a las energéticas pero rechaza el “impuesto de Sánchez” por considerar que son cuestiones “diferentes”. Imagino el cortocircuito neuronal al obligarse a decir algo en público que su cerebro sabe que es una falacia...non ti preoccupare, es cuestión de entrenamiento gestual, como si fuera un jugador experto de póker.

Que a la UE le queda mucho recorrido y eliminación de contradicciones para tener una línea social común con su ciudadanía es un clamor, pero para el fatalismo que llena mi interioridad de forma permanente, respiro en tintineante esperanza cuando veo las líneas planteadas de forzar a que arrimen el hombro las empresas que se han enriquecido de forma obscena en esta crisis, o aunque quede en el intento...bienvenida la idea de un salario mínimo europeo que trate de paliar desigualdades. Sea una nación independiente o una confederación de países, si creemos en la legitimidad parlamentaria, los gobiernos y presidencias están para corregir y dirigir las pautas que generen el beneficio a la colectividad por encima de cualquier otro interés.

Para el que le haga falta un breviario de política, a esto se le llama intervencionismo y se define como la doctrina económica que defiende la acción del estado en los asuntos económicos y sociales...así de sencillo y necesario. Si lo pensamos y ampliamos este concepto, podríamos llevar ese leitmotiv a todos los sectores estratégicos de cada nación con una pertenencia y propiedad al país correspondiente. Porque lo de que la iniciativa privada y la competitividad globalizada genera el bienestar para todos...es una perla que se la tragará el que le apetezca, y todo ello asumiendo que cualquiera que pongamos este discurso-debate sobre la mesa inmediatamente se nos sugiere una deportación del paraíso capitalista.

Seamos claros, la división de poderes clásica -ejecutivo, legislativo y judicial- lleva tiempo conformándose como algo puramente formal y no es un secreto que el omnipotente poder real es el económico. Todas sus divisiones o ámbitos más potentes como son la banca, eléctricas, petroleras, comunicaciones, tecnológicas, grandes distribuidoras e intermediarias, medios de comunicación, transporte o cualquier sector creciente-emergente en dimensión comercial, tenderán a copar servicios y atenciones ciudadanas para no admitir la injerencia pública en sus asuntos, que no es sino el principal anatema del propio neoliberalismo que se ha impuesto.

Este planteamiento si fuera por lo hueco e hipócrita de su justificación debería caer en saco roto más allá de aquellos pocos a los que beneficia, pero sorprendentemente cala en población de extracción humilde, en clases medias, en autónomos o pequeña y mediana empresa que empiezan a tener una vaguísima y aventurada inducción de que quizás la estructura de gobierno no sea necesaria. Por contraposición de teorías, la antítesis al intervencionismo sería curiosamente el llamado anarcoliberalismo o anarcocapitalismo, que no es otra que una sociedad organizada sin estado, priorizando la soberanía del individuo por medio de la propiedad privada y el mercado libre. Solo hay que revisar a Murray Rothbard o a la generación de los Friedman para desembocar en el thatcherismo y la globalización imperante. Como explicaba perfectamente Daniel Bernabé, el gran éxito de la Dama de Hierro y sus seguidores fue hacer confundir desigualdad y diversidad ejemplificado en el término unequal. Promover la diferencia individual como bandera de supuesta libertad es eliminar la justicia social de la ecuación y homogeneizar a la baja un conjunto de individuos que está inerme en ideas y acción. Lo paradójico es que esta línea de pensamiento la ha comprado -y casi sin saberlo- hasta las tendencias actuales de izquierdas, razón de más para su fracaso o pérdida de rumbo.

Jugando a Pepito Grillo se nos olvida que gracias a una sanidad pública hemos capeado una crisis epidemiológica, cuando sectores políticos y sus votantes propiciaron y propugnan todavía su liberalización. El ataque privativo a la educación superior ya está consolidado mientras que la escuela concertada y privada sigue su curso, ahora con la desfachatez de “becas” para financiar el adoctrinamiento de familias pudientes. Las nuevas generaciones conviven con la imposibilidad del pago habitacional y tendrán un endurecimiento del sistema de pensiones hasta hacerlas desaparecer, pero la indolencia es su respuesta.

Por lo visto regular el pan, el aceite o la leche es de comisario político de soviets y ahí están los “expertos” que esgrimen que esta medida genera efecto contrario en la población al acaparar el producto y encarecerlo, o que por supuesto cualquier rebaja o limitación de beneficios en las empresas que abastecen combustible o electricidad o el control de los tipos de interés de los créditos bancarios van en contra de la lógica empresarial, siendo aquellas posibilitadas y por los cauces precisos en el retorno del beneficio perdido. Aunque estas amenazas y teorías sean tan obviamente simplistas, en la conversaciones diarias, en la tienda, en el bar, con la vecina o con los compañeros de trabajo hay tal grado de torpeza notable en comprender las cosas (cf. RAE), que no es de extrañar que sigamos en este rumbo de colisión.